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Kioto es una ciudad con muchos templos y puede ser que no te dé tiempo a ver todos. Desde mi punto de vista no conviene agobiarse porque cada uno tiene su encanto, pero no dejan de tener elementos constructivos parecidos. Así que lo mejor es elegir y disfrutar de los que hayas señalado.

Comenzamos el día bien temprano para comprar el All Day Pass bus. Si no recuerdo mal las taquillas abren a las siete o siete y media enfrente de la estación de tren de Kioto. Nos vino genial haber elegido nuestro apartamento junto a la estación porque al final se convirtió en nuestro centro neurálgico! El pase de todo el día de autobús viene muy bien para acudir a los templos más alejados, que son los que habíamos pensado para este día.

Con el pase de autobús puedes subir y bajar las veces que quieras durante un día.

El primero fue el Kitano Tenman-gu, un santuario construido por primera vez en el año 947. La magia del entorno es absolutamente innegable. Tanto, que tengo anécdota mística del momento. Rodeando el templo (con la visita de los colegios de rigor) escuché los cánticos de los monjes mientras rezaban. No se pueden hacer fotografías del interior de los mismos (salvo contadísimas excepciones) así que me limité a mirar. Justo me escribieron al móvil por Whatsapp y digo voy a grabar los rezos con el micrófono y se lo mando, para que captasen la magia del momento. Pues el dios protector del mismo bloqueó mi móvil cuando quería grabar, hasta tal punto que tuve que reiniciar mi iPhone porque no respondía de ninguna manera. ¿Casualidad? No lo sé, pero no volví a intentar grabarlos. Sé que fue una señal de que eso era una falta de respeto. 🙂

Kitano Tenman-gu

Kitano Tenman-gu

Kitano Tenman-gu

Kitano Tenman-gu

El siguiente sería uno de los templos que se te quedan grabados en la retina para siempre. Una maravilla arquitectónica diferente e inusual por sus características. El famosos Kinkaju-ji, o más conocido como el Pabellón Dorado. Cuando entras al recinto se extiende ante ti una inmensidad de agua que baña la naturaleza vertical. Y al fondo como elevándose de las aguas el maravilloso templo. A todo el mundo se le arrancaba un «ohhhh» de sorpresa con el primer impacto visual.

Kinkaku-ji

Kinkaku-ji. Pabellón Dorado. Kioto.

El siguiente templo que visitamos fue el Ryoan-ji, que porta en su interior el jardín zen más conocido de todo Japón. Lo habréis visto en infinidad de guías o de blogs sobre el país seguro. Lo de los jardines secos es algo increíble. La tranquilidad y la paz que se respira mientras observas los arañazos en las piedras tan conciendudamente dibujados, te hacen entender el sentido zen del mismo. En el exterior del templo puedes deleitarte con un maravilloso jardín de nenúfares.

Ryoan-ji

Ryoan-ji

Después de ese momento de paz nos dirigimos a la zona de Arashiyama. El primer templo en el que entramos fue el Tenryu-ji donde eliges si visitar el jardín o el templo. Nosotros nos quedamos con el jardín porque prometía un recorrido maravilloso.

Tenryu-ji

Tenryu-ji

Y así fue. La mezcla de colores, naturaleza, agua y seco nos condujo hacia una de las principales atracciones del país: en bosque de bambús. Una inmesidad de troncos de bambú hace que te retuerzas el cuello para alcanzar a ver su parte más alta.

bambus

Bosque de bambús

¡El paseo se convierte en una masa verde claro de lo más refrescante en un día de calor!

El siguiente templo fue el Adashinonembutsu-ji. Está un poco alejado de la «colonia de templos» de Arashiyama pero antes de subir la cuesta a la derecha se encuentra una señal que indica la parada de autobús, para que no te tengas que hacer la misma caminata al revés. En la misma puedes subirte al bus con tu All Day Pass para regresar el centro de Arashiyama.

 Adashinonembutsu-ji

Templo Adashinonembutsu-ji

En el corazón de la zona te encuentras muchos restaurantes donde reponer fuerzas. ¡Nosotros la verdad es que comimos genial!

La calle sube sobre el puente Togetsukyo, donde se pueden hacer unas fotos increíbles del lago y la montaña. Un entorno pictórico en el que merece la pena pararse unos segundos.

vistas puente

Vistas desde el puente Togetsukyo

vistas puente

Vistas desde el puente Togetsukyo

Nosotros lo cruzamos para visitar a los monos Iguatayama donde te espera unos veinte minutos de empinadas cuestas hasta acceder a la reserva. A pesar del calor y de lo cansado de la ruta, mereció muchísimo la pena. Los monos están en libertad, correteando a tu alrededor. Te recomiendan no darles de comer, ni siquiera mirarlos a los ojos.

Para poder alimentar a los animales te tienes que meter en una cabaña y darles de comer estando tú dentro y ellos fuera.

Monos en libertad

Monos en libertad

¡Una experiencia muy positiva siendo tú el enjaulado!  Dimos de comer a una tranquila mamá con su bebé colgado y a otro mono muy listo. Le enseñamos a abrir la boca diciendo «AAAAHHH» para así conseguir su comida. ¡Un momento de lo más divertido!

mono

Mono mirandose al espejo

A la salida de la cabaña fue el momento de caos por comida. Todos los cuidadores sacaron el alimento y acudieron todos los monos como locos. Después de eso comenzamos a bajar el sendero tranquilamente cuando de repente se nos encaró un mono supercabreado, que nos intentó morder. No mantuvimos contacto visual y seguimos caminando mientras el mono hacía amagos de mordernos. ¡Tan pequeños y no veáis lo que acojonan! jajajaja

Monos en libertad

Monos en libertad

Muy satisfechos con la visita de hoy, regresamos a Kioto a hacer compras en la zona de tiendas que habíamos visto el primer día. Un día tan caluroso y agotador hizo mella en nuestros estómagos y acabamos cenando en un restaurante precioso en la zona de Gion. Cenamos en la barra y pedimos un sushi increíble y fue ahí cuando nos dimos cuenta de que todo el sushi japonés lleva wasabi entre el arroz y el pescado.

El sushi lleva una capa de wasabi entre el arroz y el pescado

sushi

¡Demasiado para nuestros paladares europeos! Así que con cuidado retiramos el wasabi para disfrutar de tan suculento manjar.

Fotos: Nikon D80 y iPhone 5 by Araceli Rodríguez ©

MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

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