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El The Garden 212 es restaurante me lleva enganchando desde hace muchos años. Es un lugar mágico, espiritual, que trae las delicias de Tailandia a tu plato en Arturo Soria 207.

Este restaurante tailandés se ha paseado por diferentes lugares de Madrid, incluso ha cambiado de nombre, pero no ha perdido su esencia: esa mezcla sabores dulce y picante, olores característicos y detallada decoración que te transportan de un plumazo al sitio más chic de Bangkok.

Lo conocí cuando se llamaba Thai Garden y se alojaba en un coqueto local formado por varias entreplantas en la calle Jorge Juan. El sitio siempre estaba a reventar, lleno de toda clase de personas en diferentes situaciones: desde románticas parejas a familias al completo, pasando por numerosos grupos celebrando alguna comida de trabajo.

bebida

Quizás esa fue la razón para trasladarse a Paseo de la Habana, donde ocuparon un enorme bajo de dos plantas con un techo infinito. Este local cumplía sus expectativas de espacio a buen seguro, pero había perdido un poco la magia de la intimidad.

Por ello, me alegré de sobremanera que se trasladasen a la calle Arturo Soria, bien conocida por sus espacios verdes y por ser una de las zonas nobles de la capital. Poco a poco han ido adecuando el local haciendo gala de su elegancia y gusto por los detalles. El perfecto papel para un regalo con clase.

El nuevo restaurante ocupa un terreno que podría haber pertenecido a un espacioso chalet en el corazón de Madrid. Del mismo parece conservar solamente varias piscinas, que aumenta la serenidad que se respira en su jardín durante la velada.

Al poner un pie sobre la magnífica madera dispuesta en forma de pasarela hacia la entrada, te da una pista sobre la categoría del restaurante al que estás a punto de entrar. Comienza tu incursión en un templo gastronómico de lo más exclusivo, donde la mayoría de sus comensales no desmerecen la elegancia del mismo.

A tu recibimiento una elegante camarera, vestida con ropa típica tailandesa, te saludará en su idioma mientras junta sus manos y hace una reverencia. Aunque puedas sentirte un poco friki, yo suelo devolver el saludo de la misma manera, es algo que me enseñaron durante mi estancia en Tailandia. Y ser educado nunca cuesta demasiado…

La primera estancia del restaurante, toda trabajada en madera, muestra una nueva disposición diferente a la del año pasado. A los lados una mesa baja, de las que comes en el suelo, inician tu entrada hacia el salón principal.

El comedor es un inmenso cubículo de cristal, que te deja vislumbrar el jardín al completo. Así que en caso de que no haga tiempo para disfrutar de los manjares tailandeses en su perfecto espacio verde, puedes deleitarte de las vistas desde dentro.

En un lateral, han dispuesto una terraza cubierta, ideal para esos días en los que la lluvia amenaza la capital pero la temperatura da una tregua. La madera sigue su curso bajo unas delicadas mesas que invitan a la intimidad.

El exterior está totalmente ajardinado. Un montón de plantas salvajes y árboles obsequian con una bocanada de oxígeno a sus visitantes. En ella se aloja la piscina, sinuosamente iluminada junto a una barra de bar, que amenizan la sobremesa de cualquiera.

La carta es amplia, con gran variedad de platos. Motivo por el cual, (y quizás porque soy gallega) despiertan en mí el omnipresente sentimiento de la indecisión. Si tu eres de los míos, no te preocupes: tienen un menú degustación generoso y delicioso. Quizás esta sea la mejor opción si no conoces la comida tailandesa; una lección de aprendizaje seguro.

El menú degustación se compone de seis entrantes, cuatro segundos, arroz de acompañamiento y postre Es difícil destacar un favorito porque cada plato tiene su encanto. Una combinación de sabores orientales que hacen que te olvides por un momento de que estás a pocos kilómetros de tu casa. Aunque si hay que mojarse me decanto por uno de los entrantes: Ensalada de Vermicelli, compuesta por finísimos noodles de arroz con pollo picado.

plato tai

Para regar semejante carrusel de delicatesen las opciones son las de siempre: vino, agua o cerveza. Yo me suelo inclinar por esta última, y pedirme una Singha, cerveza rubia de sabor suave e importada directamente de Tailandia.

No sólo la comida y el local te transportarán al la península de Malaca. La hospitalidad es uno de los puntos fuertes de este restaurante que representa al país de la eterna sonrisa. Muchas veces te puedes sentir fuera de lugar por el sitio al que perteneces. Al igual que Carmen Lomana podría estar de lo más incómoda en un bar de polígono, puedes pensar que no “das la talla” en un restaurante elegante y de moda de la capital. No te preocupes, en el The Garden 2112 te sentirás tan bien recibido, como cuando visitas a tu madre.

Quizás sea por su filosofía de vida, por el espíritu budista, pero la atención en este restaurante es de 10. Además del trato amable, siempre educado y con una sonrisa en la cara, están pendientes de cada movimiento. Nunca faltará cerveza en tu vaso, ni las migas resbalarán de tu mantel. En el restaurante The Garden 2112 te tratan como si fueras su mejor cliente, y quizás lo seas.

Como cualquier local de servicio, tiene también su parte negativa: la cuenta. A pesar de que nunca nos haga gracia dejarnos nuestro sudor a través de un plástico con pin, merece la pena. El menú degustación y una par de bebidas, podría costarte 45 euros por persona. No es de los restaurantes más baratos, pero has de tener en cuenta la calidad y exclusividad de la comida, del local, del servicio y la zona de Madrid en la que se encuentra y se te hará hasta justo.

MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

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