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No me considero una entendida en moda, pero inevitablemente me siento atraída por las exposiciones que muestran la historia de la costura vista a través de los ojos de aquellos diseñadores que hoy dan nombre a las más elitistas casas de costura. Cada temporada, soy testigo presencial, desde la lejanía de mi puesto de trabajo, de las nuevas colecciones que se presentan sobre las pasarelas de las principales ciudades del mundo.

Durante mi viaje a Milán, tuve la suerte de poder visitar una exposición temporal de Vivienne Westwood, la diseñadora más atrevida y con más personalidad del mundo de la moda. Por ello, cuando vi que otro de los grandes nombres de la Alta Costura exponía en Madrid, hizo agitar el gusanillo de mi interior, por tener cerca esas grandes obras de arte hechas tela.

El Museo Thyssen acoge por primera vez una exposición de alta costura en su seno artístico y no podría ser de otra manera que con un repaso a la vida y traje de uno de los grandes de la moda: Hubert de Givenchy.

exposicion givenchy

Los amantes del arte en general y de la moda en particular tienen un motivo extra para visitar el museo madrileño, que acoge esta exposición temporal hasta el 18 de enero de 2015. Una colección de 100 piezas que resumen el paso de la moda a través de la aguja de este genio francés, que ha vestido a personalidades como Audrey Hepburn, Carolina de Mónaco, Jacqueline Kennedy o la Duquesa de Windsor.

exposicion givenchyEl precio para pasearte entre los conjuntos de moda no es nada módico, ya sabemos que hoy la cultura se paga. Once euros para visitar una sala temporal con un resumido conjunto de icónicos vestidos que recorren la historia de casi un siglo de este diseñador, se me hace excesivo. Este precio es independiente a la visita de las demás colecciones del museo. Existe la posibilidad de hacerte con una entrada combinada para visitar el Thyssen al completo, que se convierte en una manera mucho más económica para amortizar la visita fashionista. También se ofrecen descuentos típicos de todos los museos, para estudiantes, grupos y demás, pero lamentablemente no me podía acoger a ninguno de los mismos.

La decoración de la entrada a la sala es acorde a la elegancia de Givenchy. Grandiosa pero fina, con sinuosas curvas y un albor que no resta protagonismo a las piezas de arte que allí se exhiben.

El recorrido es un repaso a la historia de la costura a través de los ojos de Hubert de Givenchy, desde sus inicios hasta que depuso sus armas costureras en 1995. Las diferentes etapas del diseñador se encuentran bien separadas y destacadas gracias a los retratos de sus musas portando los diseños que el francés realizó especialmente para ellas.

No sé si la hora elegida para mi paseo entre maniquís propició la situación (poco después de mediodía), pero la exposición temporal se convertía en algo parecido a ver escaparates en la calle Serrano. Un montón de mujeres que habían pasado la mediana edad hace ya unas cuantos años, suspiraban por los diseños del francés, como si detrás de ellos hubiese una puerta donde los pudiesen adquirir. Comentarios vacíos mezclados con palabras como delicioso, buen gusto, maravilloso, ideal y divino, eran algunas de las que estas shopping hunters le dedicaban al diseñador, sin reparar a caso en las esculturales formas de sus tejidos.

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Sin lugar a dudas el altar de la costura que congrega a más fieles, es el dedicado a los vestidos que lució la desparecida Audrey Hepburn, como el archiconocido vestido de la película Desayuno con Diamantes. En frente de la colección dedicada a la belga, escuché una de las sentencias más inquietantes proveniente de una de las veteranas visitantes que aleccionaban a las más tímidas “Este diseño lo llevó muchísimo Audrey”

Anonada ante tal afirmación, miré a la emisora del mensaje preguntándome si habría tenido el placer de conocer a una de las actrices más grandes que ha parido el cine.

Continúe mi paseo intentando pasar desapercibida entre tan selecto público, y el club de las chicas de oro continuaba amenizando, más si cabe, mi visita “Miraaaa qué tela más mona, es la misma con la que le hice la chaquetita a mi madre” Una no sabe lo que habrán vivido estas mujeres, pero estaba claro que llevaban a Givenchy en la sangre.

¿Dónde estaban los estudiantes de arte, bellas artes, diseño de moda, curiosos varios? Porque me sentí incómoda/extraña en lo que para mí se convirtió en la reunión del té de las cinco en una casa victoriana en los años 20. Estoy segura que el público objetivo se acrecentará en las horas puntas típicas de los museos, tales como los fines de semana.

Las marcadas etapas por las que pasó el diseñador, pueden ser comparables a las de cualquier pintor.

Son claramente identificables para cualquiera que haya grabado a fuego los diferentes estilos de la moda en su cabeza. Las finas formas de los años 50, la delicadeza de los 60, llegando a los estridentes colores de los 90.

exposicion givenchyEste paseo entre tal colección es mucho más profundo que un simple escaparate en el que tu mente desee cubrir tu cuerpo con tal magnánimos diseños. Son sentimientos expuestos a través de los bocetos, es una idea hecha realidad, la imaginación de un diseñador que cobra forma. Si el cine se incorporó como séptimo arte, ¿no debería ser la moda el octavo? Si recurrimos a la definición de arte, la moda encaja a la perfección en la misma. Dice la RAE que es “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.”

Espero que este proyecto del Thyssen se repita con otros artistas, que bien se merecen un homenaje en las grandes casas de arte del mundo y que sirven para que nosotros, simples mortales ávidos de conocimiento, ampliemos un poquito más nuestras miras.

“Never give up RoRo, my little needle fairy”

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MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

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