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Y aquí me hallo un año más recién llegada de un fin de semana en la playa de Madrid, oséase el Levante. Mi estancia no ha podido ser más gratificante y desestresante, después de la inevitable e interminable ola de calor que ha supuesto ser un verdadero tsunami. El año pasado volví indignada por ciertos seres incívicos que habitan las costas españolas (y seguramente las del extranjero), este año retomo mi indignación para daros voz a todos. Porque más de uno os veréis reflejados en mis propias vivencias.

1. El señor conductor no se ríe

La A-3 se convierte en el lugar de peregrinación del momento cada fin de semana del verano. No sin razón, ya que las playas más cercanas se encuentran al final de esa «parcheada» carretera, que tantos años de obras nos han dado. ¿Tu sueño? No pillar atasco el viernes y el domingo. ¿Tu realidad? Desquiciarte por varios parones hasta llegar a destino. ¿Propósito para el siguiente fin de semana? No propiciar más de diez insultos en los 300 o 400 km a realizar. Nota: ir con amigos y buena música siempre despista al fenómeno de la ira al volante.

carretera

La pasarela de los cafres

 

2. Cuidado con las culebras

Aunque el paisaje de la A-3 no es de color verde esperanza, tampoco es el desierto del Mojave. Así que tú, conductor impaciente, deja de hacer el culebra. Con ello me refiero a adelantar por el carril de la derecha y meterte delante del buen y prudente conductor que guarda la distancia de seguridad. Sólo conseguirás que el adelantado acabe con su buena voluntad de ausencia de insultos, y te arriesgarás a provocar un accidente que nos retrase a todos nuestra llegada a destino. Vamos a evitar los accidentes de este tipo, porque el fin de semana tiene las mismas horas para todos y no queremos perderlas gracias a los golpes tontos, fruto de los cagaprisas de turno. Si quieres ir más rápido coge el AVE o métete un cohete por el orto y vete volando. Gracias de antemano.

serpiente

3. Bajar el nivel acústico en las urbanizaciones.

Que no quieras duchar a los niños en casa y prefieras quitarles la arena en la piscina de la urbanización tiene un pase. Pero que los niños griten como si fuese la primera vez que ven el mudo no. Estoy de Marco y de Polo hasta los mismísimos. Cuando empiezan dices «ay que pesaditos», pero cuando se tiran dos horas jugando a ese excremento sin sentido, tienes que dominar tu instinto asesino-acuático con litros de alcohol.  Y por si no tuviéramos suficiente con la prole bañista, nos quedan esos padres que hacen cualquier cosa menos sugerir un minuto de silencio a los pequeños cavernícolas. ¿Sería mucho rogar que le bajáseis el volumen a vuestras criaturas sobre todo cuando no estáis respetando el horario de piscina? Creo que con una infracción al día es suficiente.

 

niña piscina

¿Desde cuando se refrescan los diablos? 😉

4. Delimitar el espacio vital en las playas.

Y de repente llegas a la arena de esa playa enorme a la que te has trasladado para asegurarte una bocanada de oxígneno. Que no por enorme significa vacía, eso es imposible en la costa levantina. Por enorme significa que te garantizas un espacio suficiente para sobrevivir entre las sombrillas, neveras, tiendas de campaña, toallas, pelotas, raquetas, mesas sillas, abuelas, carritos de bebés, piscinas portátiles, basura, colillas… Una sinfonía sinfín con la que has de lidiar en tu día de playa.

Bien, llegas medianamente temprano, después de desayunar. Es decir, cuando esos europeos ya se están yendo de la playa para comer y disfrutar de nuestra siesta. Observas la inmesidad de la arena y te colocas detrás, en lo que hasta tu llegada era última fila, pero tras de ti caben unas 20 filas más de toallas. Guardas la distancia prudencial con los de delante y cual Neil Armstrong clavas la sombrilla. ¡Ohhh paraíso! Tanta humedad hace mella en tu frente que se perla de sudor. Así que nada mejor que un bañito para leer la prensa en la quietud de tu toalla.

Bienaventurados los que consigan mantener su espacio en la arena, porque de ellos será el reino de los mares

Con otro cuerpo después del baño, regresas a tu fuerte playero con la sorpresa que tu parcela de 30 metros de arena se ha reducido a… 5!. La distancia prudencial que habías guardado con la familia de primera línea y en la que tu pensabas que sólo cabía una tímida toalla doble para una pareja recién formada, se ha convertido en la puerta del Corte Inglés en rebajas. Expecifico. En el pequeño cacho de arena que dejamos, se habían instalado dos familias. Una de guiris formada por los abuelos, padres y dos niños y otra de oriundos formada por dos matrimonios, un adolescente y cuatro niños, cada una con sus artilugios. Y por supuestísimo ganaron los nacionales. Porque no hay nada mejor que una familia española para llevarse toda la mierda que hay por casa y exponerla en la playa. Un español de pro jamás estaría incómodo en la playa. Por dios! En la playa hay que estar como en casa. Y no nos llevamos la televisión porque el mar no tiene enchufes.

propiedad privada

5. No vacilar a los señores vendedores de la playa

Es ilegal y bla bla bla. Pero eso no te da derecho a decir que te están engañando cuando le acabas de comprar unas «Rayban» por seis euros. Regatear a un señor que ha venido en patera y que a saber a cuántas mafias está dando cuenta me parece algo infame. Si no quieres colaborar con las mismas no compres, pero el modo zoco on a voz en grito me parece obsceno. Y utilizar frases como «ayyy tu me estás engañando». Señora clienta de bazar playero, unas Rayban cuestan aproximadamente 120 euros. Si le están vendiendo unas a 6, llámeme avispada, pero no van a ser auténticas. Y si lo que cree que le están engañando es en el precio, hágaselo mirar porque con 6 euros se hace poca cosa ya.

vendedor

Si unas Rayban cuestan seis euros son falsas. La china que da masajes no es licenciada y el pareo que la señora gitana le llama «pareo italiano» no ha sido confeccionado por Dolce&Gabbana. Murzi, una verdadera Iluminati

6. Contaminación acústica playera (y ecológica claro)

Que alguien se pueda quejar de la música procedente de un aparato personal que uno lleve a la playa es entendible. Hay personas que se echan la siesta y que su tímpano es tan sensible que puede llegar a explotar si se le introduce esa vibración musical. Que digo yo… ¿no decían que la música amansa a las fieras? Pues ya os confirmo que he visto a mucho animal compitiendo por la primera línea de playa, así que no vendría un poco más de buen rollismo musical.

¿Entonces por qué no hay una regulación de volumen de la voz humana? SIEMPRE y cuando digo SIEMPRE es SIEMPRE es mucho más molesto escucharte a tí, maruja insensible, pelear con tu marido que observa impasible mientras se saca un palué cómo tu hijo se ha traído los calzoncillos por debajo del bañador. Y tú, el del calzoncillo debajo del bañador, cantas muy mal. Así que aunque creas que los andamios de una obra son una plataforma para triunfar en el mundo de la canción, estudia otra cosa útil que repare positivamente en tu futuro.

A pesar de todas las peripecias y vivencias no penséis que saco algo negativo. Sino todo lo contrario. Sirven de enseñanza, de reflexión. Todo ocurre por algo, y desde el fin de semana pasado soy mejor persona.

MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

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