Llegó el día de abandonar Los Ángeles para comenzar nuestra ruta. Y ni más ni menos que la 66! Después de salir de los miles de carriles de la autopista de Los Ángeles comenzamos a disfrutar de los inmensos paisajes de la carretera. Un carril de ida y otro de vuelta en medio de la inmensidad. Trenes con vagones infinitos decoraban el horizonte. Nos dirigíamos hacia Cálico, el pueblo fantasma, pero antes teníamos que hacer una parada importante para coger fuerzas.
Peggy Sue’s Diner, parada obligatoria hacia la Ruta 66
El lugar elegido: Peggy Sue’s diner. Un local original del año 54, donde nada parece haber cambiado. Ni siquiera las camareras. Tomamos un abundante desayuno en la barra mientras nuestra mente se trasladaba a mitad de siglo pasado. ¡Toda una experiencia!
Cálico, un pueblo fantasma hacia la Ruta 66
Al salir notamos que ya empezaba apretar el calor, que corroboramos a nuestra llegada a Cálico. El reconstruido pueblo minero del oeste se ha convertido en toda una atracción turística, pero merece la pena verlo. El pueblo llegó a tener 1.200 habitantes, pero fue abandonado en 1929 cuando la actividad minera se trasladó al Death Valley.
Mr. Dz una hamburguesería en la que parar en la Route 66
Después de nuestra breve parada continuamos nuestro maravilloso paseo por la Ruta 66 para decir adiós a California y dar la bienvenida a Arizona. Te dan ganas de hacer fotos todo el rato: sus desérticos paisajes, la rectitud de sus carreteras… parecen no tener fin! Nuestra siguiente parada fue en Kingman, una de las míticas localidades que recomendaban en la ruta. Allí comimos una deliciosa hamburguesa en una coqueta hamburguesería tipo años 50 llamada Mr.Dz. Junto a ella una enorme locomotora muy bien conservada es todo un reclamo para los visitantes. En frente está el museo Powerhouse Route 66, ¡para los más fanáticos de la Ruta!
Como recomienda todo el mundo (y yo también) repostamos a mitad de depósito por si la escasez de gasolineras nos sorprendía. Y llegó el momento odisea: una manguera para diesel (gasóleo), 3 de gasolina diferentes, agujeros para monedas y ranura para tarjeta de crédito. Nuestras tarjetas no iban en esa gasolinera, así que entré a la tienda para que me solucionaban el problema (he de decir que en otras sí me funcionó). En resumen: tu le dices una cantidad que quieres echar (si no te entra todo el combustible te lo devuelven después) y eliges qué gasolina quieres. Si tu coche es gasolina valen las 3 (menos el diesel claro), sólo que cada una es mejor que la anterior. Nosotros siempre echamos la más barata.
Gasolinera de Hackberry, parada MUST de la Ruta 66
Nos encaminamos a un lugar inolvidable que, al igual que Peggy Sue’s, te traslada años atrás a la velocidad del rayo. Además, los moteros que nos encontramos allí ayudaron a ello. Se trata de la gasolinera Hackberry, que conserva su aspecto original aunque no siga repostando. Ahora es una tienda de souvenirs de vetusto aspecto que lo otorga personalidad. No lo pude evitar y me compré una matrícula original de Arizona que en breves estará decorando las paredes de mi salón, como las pegatinas moteras que adornaban toda la cristalera de la gasolinera. Todo un vestigio de los viajeros que quisieron dejar su huella en Hackberry.
Volvimos al coche para seguir acariciando la carretera, corroborando que los Mustang descapotables son los preferidos por los turistas. Esto nos produjo una encrucijada de sentimientos: envidia de no estar en uno, y sentirnos especiales por tener un coche diferente.
Seligman, el pueblo con los coches de Cars de la Ruta 66
Otra parada más: Selingman. Otro bonito pueblo que parece sacado del oeste. En él se encuentran los coches donde se pudieron inspirar para crear Cars, la película de dibujos. Un paraje de lo más pintoresco y colorido. Aprovechando nuestra estancia, entramos en una tienda y nos hicimos con un cd recopilatorio de los mejores temas sobre la Ruta 66. A partir de ahí no puedo dejar de cantar: ¡sixty sixxxxxxxxxxxx!
Williams, un lugar donde parar sí o sí
Nuestro destino final del día de hoy estaba cada vez más cerca y no podía ser más bonito: Williams. Una preciosa localidad llena de restaurantes con neones de colores. En ella encontramos una tienda con millones de souvenires que quieres comprar. Cruiser’s Cafe, que así se llama, también tiene un restaurante con una acogedora y confortable terraza coronada por un coche antiguo. Cenamos ahí un enorme y delicioso costillar a la barbacoa y una cerveza artesana mientras disfrutamos de música en directo.
El pueblo merecía un tranquilo paseo para curiosear sus locales (y así digerir el magnífico costillar). Encontramos varios animados bares con billares donde se mezclaban moteros y cowboys por doquier. Para los niños (y los que no lo son tanto) tenían una atracción que era una altísima tirolina en la que ibas sentado en una especie de coche.
¡Un día inolvidable que se quedará grabado en mi mente para siempre!
Fotos: Nikon D80 y iPhone 5 by Araceli Rodríguez ©
me encantan las fotos, son super autenticas!!
Muchas gracias!! Es como las pelis!! 🙂
De verdad que si!
Si tienes la oportunidad, te recomiendo que vayas!! Es como cambiar de escenario cada día!! Un besotee
Me encantaria! Que pases un buen dia!
Igualmente!!
¡Hola! Me han encantado las fotos de esta entrada. Estoy preparando mi viaje de 15 días a la costa oeste y navegando por Internet me he encontrado con tu blog 🙂
¿Me podrías decir dónde te quedaste a dormir esa noche en Williams? Bueno, y si tienes alguna otra recomendación de alojamiento durante tu ruta, bienvenida sea.
¡Gracias!
Hola Jennifer!
Lo primero muchas gracias! Espero que te estén sirviendo de ayuda los post! 🙂 La verdad es que es un viaje increíble!! Te voy a pasar un correo con todos los hoteles que me alojé y mi valoración sobre los mismos! A ver si te puedo orientar un poquito! jejejeje Si tienes cualquier otra duda, no dudes en contactar! Estaré encantada de poder ayudar. Un besote