Nuestro safari en Sabi Sands: leones al atardecer, guepardos en la sabana y un leopardo junto a nuestra mesa

Y ahora llega el momento más molón del viaje: el safari en Sabi Sands. Después de nuestro primer safari en el Kruger, con madrugón, frío polar y una buena colección de impalas y jirafas, nos fuimos con esa sensación agridulce de “esto ha sido increíble, pero nos faltan los felinos”. Pero teníamos esperanza porque habíamos contratado un safari en la reserva privada de Sabi Sands. Esto suponía dos días completos de safaris y dos noches con pensión completa en un resort en medio de la sabana. ¿El precio? Carísimo, pero son safaris privados y no te falta de nada. Te lo desvelo más abajo…

Sabi Sands está justo al lado del Kruger, pero la experiencia es completamente distinta. Aquí no entras con tu coche, ni hay campings ni caminos asfaltados. Solo puedes acceder si te alojas en alguno de los lodges privados, y desde allí haces los safaris con sus guías, en jeeps preparados para salir de pista, cruzar riachuelos o meterse entre los matorrales sin pestañear.

Nosotros hicimos cuatro safaris (más uno a pie), y aunque no todos los días vimos lo mismo, conseguimos ver a todos los Big Five, incluidos leones dormitando, rinocerontes con mirada chunga y un guepardo panza arriba que nos robó el corazón.

Nos alojamos en Idube Lodge (te adjunto el enlace para que calcules tu presupuesto), que en ese momento era el más “asequible” dentro de la gama lujo. Y no, no era barato, pero si cuentas que incluye pensión completa, traslados, cuatro safaris y una cabaña con impalas pastando en la puerta, ya no suena tan locurita. Pero aún así fueron 500€ por día las dos personas, es decir nos gastamos 1.000€ en la experiencia en Sabi Sands los dos. Lamento comunicarte que creo que hoy por hoy ha triplicado su precio…

Nada más llegar, nos dieron una charla de seguridad (en inglés, sin subtítulos, así que atentos). Allí nos explicaron qué hacer si un leopardo decide unirse a la cena. No era una exageración: a nosotros nos pasó. Estábamos tranquilamente con una cerveza al caer la noche cuando, sin previo aviso, un leopardo apareció entre los arbustos, correteando junto a nuestra mesa. Se fue como vino, pero os aseguro que nos quedamos congelados. De emoción, no de frío.

Uno de los momentos más impresionantes fue ver a un leopardo restregándose contra el tracker de nuestro jeep. Iba sentado fuera, como si fuera lo más normal del mundo, y cuando el animal se le acercó, todos contuvimos la respiración. Fue uno de esos instantes en los que no sabes si sacar la cámara o rezar en silencio. El leopardo se comportó como un gato cariñoso… por suerte para todos.

Después lo seguimos mientras se alejaba. Había hienas cerca (las habíamos visto comiéndose una mandíbula, muy cuquis ellas) y nuestro guía dedujo que iba a cazar. Y entonces pasó algo que jamás olvidaremos: el leopardo rugió con toda su fuerza, un sonido tan brutal como hermoso. Fue la primera vez que escuchamos un rugido real, sin altavoces de documental. Te atraviesa. Literal. ¡Lo tengo en mi Instagram guardado!

En uno de los safaris al amanecer, vimos al único guepardo que vive en la reserva, un macho precioso que se revolcaba en la hierba como si fuera un gatete de muchos kilos. Se lamía, se estiraba, se ponía panza arriba. Te daban ganas de bajarte y hacerle mimos, pero claro, no es buena idea.

Nos contaron que su compañera había muerto años atrás, en una pelea. Y que él era el último de su especie dentro de Sabi Sands. Estaba solo, pero mantenía su territorio. Verlo tan tranquilo, mientras nosotros desayunábamos en medio de la sabana (sí, café y magdalenas con vistas a un guepardo), fue una de esas escenas que se te graban para siempre.

El lodge, además, era un espectáculo. Cabañas individuales, comida buenísima, fueguito por la noche y animales que paseaban como Pedro por su casa. Facóqueros, impalas, monos, aves, ciervos y el ya mencionado Pumba con cara de pervertido, que se acercó más de la cuenta con intenciones poco decorosas.

Tuvimos también nuestras charlas de seguridad: qué hacer si se va la luz, cuándo recogerte el guía para ir a cenar sin cruzarte con nadie inesperado, cómo actuar si ves un bicho en la veranda. Todo con ese punto de aventura real, pero sin sensación de peligro. Estábamos en medio de la sabana, pero con todas las comodidades.

Sí. Rotundamente sí. No es barato y ahora menos. Lo sabíamos y lo sabemos. Pero fue una de las mejores experiencias del viaje a Sudáfrica, y sin duda repetiríamos. Por la cercanía a los animales, por el silencio de los safaris, por los amaneceres con niebla dorada y por esos momentos únicos que no se pueden reproducir en otro lugar.

Si quieres un safari más salvaje y con aire de aventura, el Kruger es tu sitio. Pero si quieres vivir un documental de National Geographic en primera fila, Sabi Sands no defrauda.