Nuestro cuarto día en Irlanda fue un punto y a parte en nuestro viaje por varias razones. La primera porque fue el último en el que veríamos el sol y que la temperatura fue más llevadera. La segunda porque fue un verdadero remember para mí porque volví a uno de los lugares que más me gustaron cuando estuve casi 20 años atrás y porque la tos se apoderó de mi cuerpo para acompañarme el resto del viaje. ¡Una de las peores experiencias de mi embarazo! Parecía que la pobre Noa se encogía con los ataques de tos. Tanto que acabé con agujetas en la tripa. ¡Pero bueno! Punto negativo a parte, paso a contaros el maravilloso día que tuvimos por delante.
Kinsale, el pueblo marinero de las casas de colores
Nuestra primera parada del condado de Cork fue Kinsale. Llegamos bien prontito por la mañana con una temperatura más que agradable. Aparcamos junto al mar y pudimos respirar ese olor atlántico que se cuela por cada poro y que te aumenta años de vida. Noa estaba inquieta, con ganas de recibir vitaminas, así que entramos a desayunar en una cafetería con muy pocos ornamentos. Dos enormes sonrisas nos invitaron a sentarnos en el enorme salón que bien podría recordarnos a un salón de cualquier hogar irlandés. La sorpresa llegó por partida triple: por la enorme calidad del producto, el precio asequible y… ¡que hablaban castellano! Algo que siempre es agradable en alguien de otro país.
Con la tripa llena (más de lo que se podía a los 6 meses de gestación) nos fuimos a dar un paseo por el coqueto pueblo. Kinsale es muy conocido por sus casas de colores que nos hizo acordarnos del barrio Boo-Kaap de Ciudad del Cabo. Eso sí, el pueblo irlandés resultaba mucho más acogedor, hogareño y pintoresco que el sudafricano.
Tras recorrer sus calles nos fuimos a visitar el puerto y el Fuerte Charles, que incluía nuestra tarjeta Heritage Card que estábamos amortizando de lo lindo. Al llegar nos contaron la historia detallada del fuerte que hoy en día acogía desde exposiciones temporales hasta bodas. El fuerte Charles tiene forma de estrella y está situado junto al Océano Atlántico, lo que le otorga unas vistas privilegiadas.
Dentro del Fuerte Charles se pueden localizar cinco bastiones, siendo los más importantes el Bastión del Diablo y el de Charles que miran al mar y fueron los encargados de defender al pueblo desde el mar.
Castillo de Blarney, otro de los lugares que visitar en Cork
A pesar de que nuestra guía no recomendase especialmente esta visita, yo tenía muy buen recuerdo de este castillo de cuando visité Irlanda en los años 90. Y no me defraudó pese a que no subí a disfrutar una vez más de las maravillosas vistas y a besar la piedra (‘Kiss the Blarney Stone’). Mi misión era guardar fuerzas para los siguientes tramos del día y subir escaleras para repetir visión esta vez embarazada de seis meses.
Besar la piedra de Blarney te otorga el don de la elocuencia
A mí no sé si me la otorgó o no, pero quien bien me conoce sabe que no callo ni bajo el agua jajajaja. Si visitas el Castillo de Blarney deberías besar su piedra para beneficiarte de esta virtud. El mecanismo sería el siguiente:
- Subir los escalones hasta la parte superior del edificio principal (tras seguir la cola de rigor, of course)
- Sentarte junto a un agujero tras el que ves directamente el suelo, de espaldas a la pared del castillo.
- Con la ayuda de un trabajador del castillo te tumbas y te agarras con los brazos a unas agarraderas enganchadas a la pared.
- Y ya, cabeza abajo, besas la musgosa pared de piedra del Castillo de Blarney.
¿Llegará la elocuencia a tu vida? No lo sé, pero habrás estado cabeza abajo sobre un precipicio en un castillo histórico. Tampoco está nada mal.
Jardines del castillo de Blarney
Si no te apetece, o no puedes subir al Castillo de Blarney puedes hacer como yo y realizar mil y una instantáneas del bello castillo desde todas sus perspectivas. Además, los alrededores del castillo son unos bellos jardines en los que podrías tirarte todo el día perdiéndote entre los cientos de especies de flores, plantas y árboles. Nosotros tuvimos la suerte de visitarlo en primavera y su belleza estaba potenciada por los cientos de colores de la floración.
No subí las escaleras del Castillo de Blarney para no cansarme demasiado con mi tripa de 6 meses
De los jardines destacaría el misticismo de alguna de sus zonas como el Druid’s Circle, unas piedras dispuestas para celebrar cualquier ceremonia espiritual. Aunque sin duda mi zona preferida fue la ‘Cocina de Brujas’, ¿os imagináis por qué? 😉
Entre los jardines también podrás encontrar la Blarney’s House, un caserón de finales del siglo XIX reformado.
Killarney, un Parque Nacional de impresión y millones de pubs
En la que perfectamente podría vivir Tommy Shelby de Peaky Blinders. Vamos, a mí me recordó un montón a la casa que sale en la serie. ¿A vosotros no?
Parque Nacional de Killarney, mucho verde, agua y vistas exhuberantes
Llegamos a Killarney para visitar el Parque Nacional y tras un paseo por la inmesidad de césped, agua y mansión nos subimos en coche a Ladies View, un mirador natural. El camino se hace un poco pesado porque hay muchas curvas y con embarazo de por medio el mareo estaba casi asegurado. Además que hay que ir muy despacio y los kilómetros se antojan eternos. Sobre todo además si vas detrás de una furgoneta que se llama Chimichanga y que no podrían conducir peor jajaja.
Muckross Abbey, una de las más bellas abadías junto al mar
Una parada obligatoria si visitas Killarney es la Abadía de Muckross. Tiene un cierto aire siniestro, o eso es lo que me pareció a mi cuando la visitamos al caer la tarde. No sé si sería por el cielo gris o por la falta de luz, pero parecía estar arropado por viejos espíritus.
Millones de pubs donde comer en Killarney
El centro de la localidad de Killarney está muy concurrido gracias a los cientos de pubs que abren sus puertas para dar de cenar a los cientos de visitantes.
Después de probar suerte en uno que nos llamó mucho la atención por su especialidad en pastel de patata, nos fuimos a otro a cenar estofado de carne. Lo que me gusta mucho de los irlandeses es su enorme hospitalidad y simpatía. En cada lugar que visitábamos y veían mi abultada tripa no dudaban en facilitarme las cosas. En este restaurante, por ejemplo, que estaba muy concurrido, nos hicieron hueco en cuanto nos vieron.
Un día muy completo de nuestro roadtrip a Irlanda en el que pudimos: ver castillos, pasear por un pueblo pintoresco, comer bien, hermanarnos con la naturaleza y vivir el mejor ambiente de los pubs de Irlanda. ¡Qué más se puede pedir!