Madrugamos bastante porque hoy era día de muchos kilómetros. Nos subimos al coche para disfrutar de la Pacific Coast Highway Route 1 o Ruta estatal 1, la carretera que bordea la Costa de California.
El día amanecía como el anterior, con mucha niebla y pocos grados de temperatura. En mi mente sólo estaba, si a lo largo de nuestra ruta desaparecerían esas nubes para disfrutar de la vista y las playas con un poco de color.
Nuestra primera parada, a dos horas de San Francisco, fue el precioso pueblo Carmel by the Sea. Aprovechamos para desayunar en un acogedor restaurante, que presumía de haber sido galardonado como el local que mejores desayunos daba de todo Carmel. ¡Un acierto!
Esta bonita localidad es el lugar de residencia del actor Clint Eastwood, que llegó a ser alcalde de la misma. El nivel económico se palpa en cada uno de sus rincones. Unas casas muy cuidadas y unas tiendas de cuento decoran las calles de todo Carmel.
A esas alturas del camino seguíamos dudando si veríamos el sol en todo el día. Una espesa niebla danzaba sobre las olas y subía hasta acariciar los árboles que se adentraban hacia el interior de California.
Nos separaba sólo una hora de nuestra siguiente zona a explorar: el Big Sur. Metimos las coordenadas en el GPS de la Playa Pfeiffer, que no es fácil de encontrar si no dispones de ellas. Al finalizar el diario de hoy, os indico una relación de coordenadas que seguro os serán de utilidad.
Siguiendo un serpenteante camino de un sólo sentido, aparcamos para darnos un paseo por la Pfeiffer Beach. El sol parecía estar ganando la batalla a la niebla y dio color a esta preciosa localización. Pfeiffer Beach tiene una formación rocosa que simula una preciosa puerta a través de la que se ve la infinidad del Océano Pacífico.
Seguimos nuestra ruta y el siguiente punto a parar y fotografiar es el Bixby Bridge (Puente Bixby). Una enorme construcción que une dos puntos de la abrupta costa californiana. Desde ahí se disfrutan de unas magníficas vistas del litoral.
Después de hacer varias paradas a lo largo de nuestro viaje para fotografiar y disfrutar del paisaje, divisamos la Partington Cove, una cueva formada junto al mar en uno de los acantilados californianos.
Nuestro siguiente punto en la ruta fue el Julia Pfeiffer Burns Park, donde después de un pequeño paseo puedes disfrutar de las vistas de las McWay falls, una magnífica cascada que desemboca sobre la fina arena de una pequeña cala.
Seguimos en dirección a Point Piedras Blancas para ver si teníamos más suerte que con los leones marinos de San Francisco. Un faro nos alertó de que estábamos llegando a este lugar con un nombre tan singular. El número de turistas que se acumulaban en el mirador nos dio una pista sobre la existencia de estos animales en la costa. Y sí, queridos amigos, ahí estaban. Un ejército de cientos de machos de elefantes marinos luchaban para demostrar su hombría, para determinar la jerarquía a la vuelta de las hembras. Una lección de la naturaleza en vivo y en directo.
Con el calorcito en el cuerpo, ya que el día se había despejado por completo, nos dirigimos hacia el Hearst Castle, ya que habíamos reservado un tour en el castillo. Cuando llegamos al inmenso campo bajo el mismo pudimos ver a las cebras que socializaban con unas cuantas vacas. Al parecer, no siempre se pueden ver, ya que las hectáreas que rodean este paraje son casi incontables. Esta vez, el azar hizo que estuvieran no muy lejos de la carretera, así que aprovechamos para saludarlas y hacerle unas cuantas fotos.
Hicimos tiempo en un restaurante mexicano que se encuentra cerca del castillo y así descansar de los kilómetros que llevábamos hechos. Comimos en una bonita terraza en un jardín del que no se separaba un inquieto de colibrí que parecía no importarle la presencia de los humanos.
Subimos hacia el castillo demasiado pronto, pero en la recepción no tuvieron ningún problema en adelantarnos en billete. Un autobús te sube hacia la construcción encargada por el magnate de la comunicación William Randolph Hearst, y que posteriormente ha sido donada al estado de California. Una visita guiada por las principales habitaciones te hace una idea de cómo vivió este hombre que se codeaba con los artistas más conocidos de la época. Una pequeña muestra de lo que fue el hogar de un empresario que cuenta con más de 50 habitaciones, más de 60 baños, pista de tenis, piscinas exterior e interior…
Este «pequeño rancho» (así lo llamaba Hearst) llegó a contar hasta con un zoológico con diferentes especies. Cuando el magnate sufrió una crisis y entró en quiebra, donó los animales ya que no podía hacerse cargo de ellos. Las cebras son los únicos animales que quedaron de este zoo privado por ser los únicos que podían adaptarse al medio y valerse por sí mismos.
Además, desde el castillo se puede disfrutar de unas vistas privilegiadas ya que se ubica en lo alto de un terreno que ocupa 160 kilómetros cuadrados.
Cuando terminó la visita, una culebrilla salió a despedirnos antes de volvernos a subir al coche para continuar con nuestro viaje hacia San Luis Obispo, donde íbamos a hacer noche. De camino pudimos ver el conocido Morro Bay, con su gigantesca roca custodiando la costa.
Después de instalarnos en el hotel, fuimos a cenar a un dinner tipo años 50 instalado junto al mismo. No teníamos mucha hambre, así que decidimos compartir un par de raciones: una ensalada y unos aros de cebolla. Había dos tamaños: media ración y gigante. Así que, a pesar de correr el riesgo de quedarnos cortos, pedimos medias. Y este fue el resultado:
En la ensalada debía haber: un trozo de sandía, media naranja, dos tomates grandes, medio kilo de jamón york, medio kilo de queso, medio de pechuga de pollo, una lechuga entera… Y por no hablar de los aros de cebolla que, a juzgar por su tamaño, le debieron inyectar anabolizantes.
Coordenadas para el GPS:
Mirador de Bixby Bridge (36°22’25.66″N 121°54’17.99″O)
Peiffer Beach (Entrada 36°14’24.58″N 121°46’37.77″O)
Partington Cove (Entrada 36°10’37.22″N 121°41’37.63″O)
McWay Falls (36° 9’31.95″N 121°40’13.77″O)
Piedras Blancas (35°40’12.65″N 121°16’41.99″O)
Fotos: Nikon D80 y iPhone 5 by Araceli Rodríguez ©