Madrugamos para disfrutar de un día completo visitando los templos de Kamakura. Nos desplazamos en tren que te deja en Kita-Kamakura, una estación situada en un enclave perfecto para visitar los templos y hacer la ruta del Daibutsu, si quieres.
Regreso a lo tradicional en Kamakura
Una vuelta a lo tradicional después de disfrutar del frenesí y modernidad de la ciudad de Tokio. Parece mentira que tan cerca de los gigantes de hormigón se encuntre este lugar repleto de edificios tradicionales en medio de frondosa naturaleza.
Durante el camino podrás visitar los templos de: Engaku-ji, Tokei-ji, Jochi-ji, Ennoji y Kencho-ji, con su enorme puerta dorada. Éste último es uno de los más deseados por los turistas, ya que es el monasterio zen más antiguo de Japón. Además puedes hacer una visita por el interior del templo y disfrutar de sus magníficos jardines.
Seguimos nuestra ruta y nos encontramos con el majestuoso Tsurugaoka Hachimangu, que se encuentra en un lugar perfecto para disfrutar de vistas sobre la ciudad.
Unas larguísimas escaleras discurren hacia una de las calles más bonitas de Kamakura. Kamachi-dori guarda un montón de tiendas de souvenirs y restaurantes.
En la estación de autobuses de Kamakura nos subimos al que llevaba hacia el Daibutsu, el buda gigante de bronce. Impresiona ver la inmesidad de la figura en una explanada atestada de turistas. Sus estratosféricas dimensiones te hacen reflexionar sobre la posibilidad de sus construcción y voilá: es hueco y… visitable. Puedes acceder a las entrañas del buda para admirar su gradiosidad en su interior.
Para despedirnos de Kamakura visitamos el conjunto de templos de Hase-dera.
Con una belleza especial dado su enclave privilegiado desde donde podrás ver el mar, Hase-dera es otro de los puntos turísticos de la zona de Kamakura.
Un montón de figuritas de monjes decoran todo el lugar y cuenta con unas húmedas cuevas que podrás visitar.
De vuelta a Tokio hicimos una parada en el templo Yasukuni-jinja, o templo conmemorativo de la paz. Está situado junto al museo de la guerra, Yushu-khan. Después de haber visitado diferentes museos sobre las guerras mundiales en capitales europeas, éste le añade un toque especial: la historia de los kamikaces japoneses. Entre sus vitrinas se encuentran las cartas que éstos enviaron a su madres antes de cumplir su última mision.
Al salir del museo acudimos al parque Kitanomaru-koen. En él se encuentra el Nippon Budokan, el estadio cubierto de Tokio donde se congregaba mucha gente para acudir a un concierto.
De ahí nos dirigimos al barrio de Kagurazaka, recomendado en la guía por haber sido habitado por geishas. La verdad es que no nos mereció nada la pena, sobre todo porque veníamos de Kioto.
De ahí nos fuimos a la zona del Tokyo Dome City. Un enorme estadio que nos recordó al mismísimo Staples Center. Desde ahí se podía ver el parque de atracciones de la ciudad.
Nos desviamos por una zona donde había un montón de japoneses (todos hombres, como no) apostando a carreras de caballos. Una bulliciosa experiencia que merece la pena vislumbrar.
Para pasar las últimas horas del día decidimos regresar a la zona de nuestro hotel: Akihabara. La archiconocida «zona friki» es digna para recorrer y perderte un rato entre sus tiendas. Pero sin embargo, me decepcionó un poco. Las tiendas de manga albergaban desde figuras de Goku, pasando muñecas desnudas, hasta japoneses comprando postales de muñecas que parecían niñas de 10 años. Un rollito un tanto dantesco que no me gustó demasiado. Además, las chicas que «utilizan» para sujetar los carteles de las tiendas en la puerta da la impresión de que van disfrazadas de «pornochachas» y que se agobian con ser un escaparate humano. Con lo que me gustan a mí los otakus, y por Akiahabara no vi demasiados.
Para los amantes del manga, aquí podrán encontrar el Edificio Mandara: un montón de plantas con todo tipo de frikadas.
Acabamos cenando en una barra de sushi junto al teatro donde actuaban las Akb48, un grupo de chicas tipo «lolita». La peculiridad es que es un grupo formado por cinco subgrupos con un total de 48 miembros.
Fotos: Nikon D80 y iPhone 5 by Araceli Rodríguez ©