«Tienes que ser igual de malo que ellos para sobrevivir» dice Polly Shelby (matriarca de los Peaky Blinders) En esta sentencia se resume la esencia de la serie de la BBC2, Peaky Blinders, que lleva dos temporadas en antena. Una serie sangrienta, sucia y violenta, muy propia de la mafia allá por los años 20.
Cuchillas hilvanadas en sus boinas que esconden uno de los peinados hoy tan de moda son su seña de identidad. Familia, honor, ambición e implacable inteligencia son el cóctel perfecto creado por la cadena pública británica para colarse en nuestros televisores a través de la familia Shelby, los Peaky Blinders.
Esta serie llegó a mis manos por casualidad, sin buscarla, gracias a una lista sobre las mejores series de 2014, típicas de final de año. Hablaban por cierto de su segunda temporada, ya que para el 2015 se espera una entrega más de la que podría encaramarse al mejor puesto de serie de mafias europeas.
La historia se desarrolla en un sombrío Birmingham que yace a merced de la familia Peaky Blinders después de que sus habitantes sufrieran el horror de la Primera Guerra Mundial. Los hombres tuvieron que personarse a las trincheras, las mujeres al frente de los hogares que vivía el progreso de esa revolución industrial forjada hacía ya más de un siglo.
Acogiéndose a es mejor un malo conocido, que bueno por conocer, la ciudad de Birmingham protegía a los suyos, haciendo al líder de la banda (que no el primogénito de la familia) Thomas Shelby, como su querido malo. Ya sea por miedo, o por esa ínfima y puntual protección que la mafia pueda ofrecer, se muestra al adalid del orden por fuerza como un ser carismático, pero dañado (y perturbado) después de las terroríficas experiencias sufridas en la Gran Guerra. Este aspecto de hombre mentalmente perjudicado por los horrores de la contienda, hacen de Tommy un tipo al que disculpar en la mayoría de sus fechorías. Y por consiguiente cogerle cariño.
Cierto es, que una servidora tiende a encariñarse con los malos, pero esto es la gradiosidad de las series, tú formas parte del entramado, convirtiéndote en uno más. Tommy Shelby, ha conseguido ser mi amigo virtual durante los capítulos de emisión y que respete al señor Cillian Murphy que le da vida en la ficción.
Peaky Blinders muestra el día a día de una familia mafiosa en la Gran Bretaña de los años 20, contoneándose delante de la policía gracias a un simple pago. Dominaban las sucias calles de Birmingham y sometían a sus habitantes gracias a su casa de apuestas (amañadas por supuesto).
Llega a sus manos por casualidad una perita en dulce en forma de armamento pesado, y con ello el otro malo malísimo de la serie: el inspector Campbell (Sam Neill), con la misión de incautar semejante alijo. Sus malas artes harán que desprecies al que fue protagonista de Jurassic Park (o eso es lo que a mí me ha pasado).
Además de esta trama principal, se desarrollarán otras historias paralelas que dejarán disfrutar de las espléndidas actuaciones de todos sus intérpretes. Su marcado acento british o irish, harán las delicias de cualquiera que se siente a disfrutar de esta serie. Una labor de casting de lujo, entre las que se reconoce a una de las mujeres de Enrique VIII en los Tudor, Annabelle Wallis.
Una banda sonora contemporánea choca de buen gusto con los cuidados escenarios tan propios de principios de siglo XX. Pero es una comunión perfecta, el rock’n’roll de sus notas dan un toque de macarrismo que hace que se te pongan los pelos de punta. No sé si habrán tirado de ellos, pero los Dropkick Murphys dibujaría una sintonía perfecta en cualquier escena.
Hacia el final de la temporada, una intervención positivamente sorprendente: Tommy Flanagan, al que muchos conoceréis como Chibbs de Sons of Anarchy. Si bien, se convirtió en mi preferido de la serie (por su papel y por su actuación), en Peaky Blinders se erige como un personaje secundario bastante insignificante. O por lo menos hasta lo que he podido ver…
He terminado la primera temporada de la serie, dando gracias de tener la segunda por el intrigante final que podría hacer reconcomerte por dentro ante la espera de la siguiente emisión. Cortante, directo y sin tapujos. Un final que te cercena el aliento cuando pensabas que la ya estaba todo resuelto en la temporada.
Un balance muy positivo den general, que alguno tachó de bodrio desde su más particular gusto. Leyendo esta crítica que enlazo y viendo la serie a posteriori, no me encaja lo más mínimo su aporte. Miedo me daba cuando comentaba que era una serie lenta, que solo son pasables sus dos primeros capítulos. Particularmente me cuestan las series lentas, lo he intentado mil y una veces con Boardwalk Empire, hasta reconocer que no ha sido hecha para mí. Peaky Blinders, nada que ver. Tiene ritmo, sus historias a diferencia de B.E son fáciles de comprender y de engancharse a las mismas. La familia Shelby son como más obreros, más de calle, con menos artificios, pero con la misma clase que el señor Thompson.
Por ello digo, que para mí unos argumentos sin pies ni cabeza. Sobre todo porque el artículo se titula «El fracaso de los Peaky Blinders» y ya han confirmado la tercera temporada. Los pone a parir durante todo su post y finaliza con «Si te gusta Cillian Murphy y Sam Neill debería verla. Pero os vais a aburrir». ¿Comor? ¿Para qué? Contradictorio.
En fin, en resumen discrepo totalmente con su opinión. Es más, ardo en deseos de que llegue esta noche y engancharme a un nuevo capítulo de la segunda temporada, que por cierto da un giro radical.
Me considero fan de las embarradas argucias de la familia Shelby, de los que espero lo mismo y mucho más en esta segunda temporada. Os dejo a la espera mientras vosotros tenéis que ir viendo la primera, ¡a ver si coincidís conmigo!