¿Listo para caer rendido a los pies de la ciudad de las siete colinas? Efectivamente, yo también pensaba que era Roma, pero no, Lisboa es también tiene ese sobrenombre. Y en cuanto pongas un pie en la calzada empedrada de la Baixa y el olor a pastel de nata recién se cuele por tu nariz, entenderás por qué qué ver en Lisboa es algo que merece la pena. La capital lusa despliega su encanto a golpe de tranvía, mirador y azulejo centenario; y si vienes buscando lugares turísticos de Lisboa la mar de pintones aquí vas a llenar la galería de tu móvil más rápido que un fadista entona su saudade. Desde plazas donde se hacían y deshacían imperios hasta torres que aún miran al Atlántico soñando con nuevos descubrimientos, la ciudad se las apaña para mezclar nostalgia con gastronomía deliciosa y noches que nacen entre guitarras portuguesas.
Te propongo un recorrido que está pensado para que sepas qué visitar en Lisboa sí o sí en tu primera escapada, evitando pérdidas de tiempo y amores de verano con calles secundarias. Hablaremos de esos sitios imprescindibles en Lisboa que todo el mundo menciona con ojos brillantes, y también te chivaré qué hacer en Lisboa en un primer viaje para exprimir la tarjeta Lisboa Card, tu cámara y tus zapatillas. Prepara las pantorrillas, ajusta el GPS mental y acompáñame: la vieja Olisipo promete y cumple.
- Si quieres iniciarte en la ciudad con un recorrido panorámico, te recomiendo este free tour.
Castillo de San Jorge, un lugar con vistas panorámicas que ver en Lisboa

El Castillo de San Jorge de Lisboa
Dicen que para entender qué ver en Lisboa basta con levantar la vista y seguir la silueta dentada del Castillo de San Jorge, o Castelo de São Jorge, recortada sobre el cielo atlántico. Queda muy poético así escribo pero es sencillamente uno de los lugares turísticos que ver en Lisboa imprescindibles.
Esta fortaleza, que empezó siendo bastión fenicio y terminó convertida en palacio real, ha visto desfilar romanos, árabes y cruzados antes de jubilarse como uno de los grandes miradores de Lisboa. Hoy, tras atravesar la Puerta Principal y sortear los cañones que custodian su patio, te esperan almenas para soñar conquistas y una panorámica de 360º que hace miniatura el laberinto de Alfama y el Tajo brillando al fondo.
Cuando vayas allí podrás entrar al castillo, incluso subir a las torres. ¡Nosotros nos alojamos en este PRECIOSÍSIMO Y BARATÍSIMO apartamento pegadito al castillo así que esta visita nos resultó muy cómoda!
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El Barrio de Alfama, uno de los lugares más bonitos que ver en Lisboa

Entre fachada y fachada descascarillada asoman los miradores de Portas do Sol y Santa Luzia, balcones naturales donde Lisboa se despliega como un tablero rojo de tejados, con el castillo recortado en lo alto. Detente a tomar una ginginha, empápate de azulejos y sigue la música hasta una casa de fado: allí sabrás por qué este canto melancólico nació entre estas paredes. Date el lujo de cenar en una terracita de Alfama, es sencillamente mágico.
¿Merece la pena la tarjeta Lisboa Card?
Si vas a moverte mucho por la ciudad y visitar los principales monumentos, la Lisboa Card compensa. Incluye el transporte público (tranvías, metro, elevadores… todo), la entrada al Monasterio de los Jerónimos y a la Torre de Belém, y descuentos en un montón de museos. Hay versiones de 24, 48 y 72 horas, y se activa con el primer uso, así que puedes calcular según tu plan. Se compra online y te ahorra colas y dinero. Muy práctica si quieres exprimir Lisboa sin complicarte.
Miradores de Santa Luzia y Portas do Sol, postales panorámicas de Lisboa
Te cuento el plan: madrugas un poco, te subes en el tranvía 28 y te bajas en Alfama justo cuando el sol empieza a dar en los tejados. Sube la cuestecita, gira a la derecha y voilà: Santa Luzia te regala un balcón con azulejos y buganvillas que parece diseñado para tu primera foto típica de Lisboa. Das dos pasos más y, en Portas do Sol, la panorámica se abre todavía más: el laberinto de Alfama abajo, el Tajo brillando y el domo blanco del Panteón Nacional saludando a la cámara.
Catedral de Lisboa (Sé), la veterana que lo ha visto todo
El Barrio de Alfama de Lisboa puede ser un laberinto, pero su guardián es fácil de reconocer: dos torres robustas que llevan casi nueve siglos vigilando la ciudad. La Sé de Lisboa es románica, gótica y un poco barroca, todo a la vez, porque cada terremoto y cada rey han dejado su firma en la piedra. Entra, recorre la nave en penumbra, asómate al claustro donde afloran restos árabes y sube al triforio si quieres una vista diferente de las vidrieras.
*SÚPER TIP INSTAGRAMEABLE: Cuando salgas, verás pasar el tranvía 28 rozando la fachada; ahí tendrás la foto clásica que todo viaje a Lisboa exige.
Plaza del Comercio, el salón amarillo junto al Tajo
A Lisboa le encanta el color, y su salón principal va vestido de amarillo mostaza. La Plaza del Comercio se abre al río con una estatua en el centro de José I a caballo, que sirve de recuerdo a la época en que Portugal mandaba en medio mundo. Cruza el Arco da Rua Augusta, pisa el empedrado “calçada” en blanco y negro y asómate al Cais das Colunas, esas escaleras que bajan al agua donde antaño atracaban barcos cargados de especias. Si puedes, llega al amanecer y aprovecha el espectáculo de la luz solo para ti.
La Baixa Pombalina, el corazón del comercio que ver en Lisboa
Cuando llegues a la Baixa Pombalina notarás que bajo tus zapatillas crujirá la historia. Este damero de calles rectas nació cuando el terremoto de 1755 convirtió la antigua Lisboa en polvo y ceniza. ¿Sabías que además llegó a haber un tsunami el Lisboa?. El caso que después de esto, el marqués de Pombal sacó la escuadra y el cartabón y levantó la Baixa Pombalina, un centro urbano a prueba de seísmos que hoy vibra entre fachadas neoclásicas, terrazas de ginjinha y tiendas centenarias. Empieza en la plaza del Rossio, baja por la Rua Augusta, y acaba en la famosa (y que os conté antes) Plaza do Comercio, ese salón amarillo donde Lisboa se asoma al mundo.
Es uno de mis lugares preferidos de la ciudad entre los que pasear y hacer un montón de fotos en la maravillosa vida de la ciudad lusa.
Elevador de Santa Justa, el elevador más famoso que ver en Lisboa
Si la Baixa lisboeta fuese un plató de cine, el Elevador de Santa Justa sería su grúa: un prodigio de hierro neogótico firmado en 1902 por Raoul Mesnier de Ponsard, discípulo de Eiffel, que todavía hoy remata los 45 metros de desnivel entre la Rua do Ouro y el Largo do Carmo. Desde mayo hasta octubre abre de 7:30 a 23:00 (07:30–20:40 de noviembre a abril), así que madrugar o apurar el cierre es la forma más astuta de esquivar las colas que, a horas punta, llegan a eternizarse más de una hora.
El billete sencillo cuesta 6,10 € (ida y vuelta) desde el ajuste tarifario de enero de 2025
Un buen truco para ahorrar es la tarjeta Lisboa Card
Si no te va lo de las multitudes, hazle un quiebro al sistema. Súbete la colina a pie por la Rua do Carmo, accede gratis a la pasarela de hierro que conecta con el Chiado y asómate a las vistas sin pasar por la caja: el paseo elevado sigue siendo libre, aunque para coronar la terraza circular tengas que pagar la entrada renovada del mirador. ¡Merece la pena al atardecer, cuando Lisboa se dora y los tranvías chisporrotean en la distancia.!
Chiado, el barrio más elegante que ver en Lisboa
Basta poner un pie en la Rua Garrett para entender por qué “Chiado Lisboa” aparece en cada lista de qué ver en Lisboa. Entre fachadas Belle Époque y escaparates que cambian de colección cada temporada, asoma A Brasileira (8:00 – 2:00, todos los días), la cafetería de 1905 donde Fernando Pessoa sigue fumando en bronce. Pide una bica al amanecer y verás cómo el barrio despierta sin prisas, mientras el tranvía 28 chirría un poco más abajo.
A dos manzanas late otra reliquia literaria: Livraria Bertrand, la librería más antigua del planeta (1732). Entre estanterías de pino perfumado y primeras ediciones que dan vértigo, uno olvida la hora… salvo que cierren: de lunes a domingo, de 9:00 a 22:00.
Cuando el sol cae a plomo, refúgiate en las ruinas góticas del Convento do Carmo: abierto de lunes a sábado (10:00 – 19:00 en verano, 10:00 – 18:00 en invierno) y 7 € la entrada y 5 € con la Lisboa Card, es un esqueleto de piedra que recuerda el terremoto de 1755 y alberga un museo arqueológico con momias peruanas incluidas.
Consejo logístico: sube en metro hasta Baixa-Chiado (líneas azul y verde) y deja que la escalera mecánica haga el resto.
Bairro Alto, cuando la noche se pone portuguesa
Chiado es ese sitio al que vas cuando te apetece callejear bonito. Tiene librerías centenarias, cafés con historia, tiendas con escaparates que te llaman por tu nombre y una calma que no se parece en nada al lío de la Baixa o Bairro Alto. Aquí se viene a mirar, a sentarse, a disfrutar. Sin prisas.
La calle principal es Rua Garrett, donde está A Brasileira, la famosa cafetería donde Pessoa tiene mesa fija (en forma de estatua, pero oye, cuenta igual). También tienes la Livraria Bertrand, que presume de ser la más antigua del mundo y lo cierto es que da gustazo entrar aunque no vayas a comprar nada.
Desde Chiado puedes asomarte al Convento do Carmo, pasear por los Terraços que conectan con el Elevador de Santa Justa, o curiosear por las callecitas que bajan hacia el Rossio. Si te gusta el plan de tiendas y terraza con vistas, este es tu sitio.
Es un barrio perfecto para el mediodía: compras, café, mirador y a seguir. Y si te quedas a cenar por aquí, tienes opciones de todos los estilos, desde tascas con encanto hasta sitios de diseño que sirven bacalao en platos cuadrados. Porque sí, Chiado es Lisboa en su versión más fina, pero sigue siendo Lisboa. Y eso se nota.
Monasterio de los Jerónimos, otro de los lugares que ver en Lisboa
Llegas a Belém, bajas del tranvía y ahí está: el Monasterio de los Jerónimos se impone con sus arcos imposibles, sus claustros de piedra tallada como encaje y ese aire de “esto lo levantaron para impresionar, y vaya si lo consiguieron”. Declarado Patrimonio de la Humanidad, es el mejor ejemplo del estilo manuelino, una especie de gótico portugués pasado de azúcar y de oro colonial.
Se construyó en el siglo XVI para celebrar el regreso triunfal de Vasco da Gama de la India, y no escatimaron. Te recomiendo que entres aunque solo sea por ver el claustro (10 € la entrada, gratis con la Lisboa Card), que parece un escenario de película, y por asomarte a la tumba del propio Vasco da Gama, que está en la iglesia junto a la de Luís de Camões. Vamos, que el sitio está lleno de historia y leyenda.
La visita te lleva un buen rato, pero si te gusta la arquitectura o simplemente quieres entender por qué esta ciudad tiene ese aura de grandeza colonial, este es el lugar. Y si vas pronto, te ahorras la cola kilométrica que se forma a partir de media mañana.
Torre de Belém, el lugar turístico más famoso de Lisboa

Torre de Belem
A unos pasos del monasterio, casi tocando el Tajo, se encuentra la Torre de Belém, uno de los lugares que ver en Lisboa más emblemáticos (o el que más). Pequeñita en tamaño pero gigante en simbolismo: este torreón fortificado era parte del sistema de protección del puerto. Desde aquí salían las carabelas rumbo a lo desconocido, en plena Era de los Descubrimientos.
Hoy es uno de los lugares más fotografiados de Lisboa, sobre todo al atardecer, cuando el cielo se tiñe y el reflejo en el agua hace que te quede una foto la mar de resultona. Puedes entrar (6 €, incluida en la Lisboa Card) y subir hasta lo más alto por una escalera estrechísima. Pero si no te apetece, con verla desde fuera y pasear por el paseo marítimo ya te llevas la esencia.
- También puedes realizar este tour guiado por la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos. ¡En español!
Eso sí: revisa mareas, porque a veces el agua sube y tienes que mojarte los tobillos para acercarte.
Monumento a los Descubrimientos, el recuerdo a los marineros portugueses
A unos pasos del monasterio, casi tocando el Tajo, se alza la Torre de Belém. Pequeñita en tamaño pero gigante en simbolismo: este torreón fortificado era parte del sistema de protección del puerto. Desde aquí salían las carabelas rumbo a lo desconocido, en plena Era de los Descubrimientos.
Hoy es uno de los lugares más fotografiados de Lisboa, sobre todo al atardecer, cuando el cielo se tiñe y el reflejo en el agua hace que te quede una foto la mar de resultona. Puedes entrar (6 €, incluida en la Lisboa Card) y subir hasta lo más alto por una escalera estrechísima. Pero si no te apetece, con verla desde fuera y pasear por el paseo marítimo ya te llevas la esencia.
Eso sí: revisa mareas, porque a veces el agua sube y tienes que mojarte los tobillos para acercarte.
Monumento a los Descubrimientos, el recuerdo a los marineros portugueses
Vale, has pateado la ciudad, has subido en todos los tranvías y te has hecho mil fotos con vistas. ¿Y ahora qué? Pues que Lisboa no termina en Lisboa. Aquí van tres escapadas perfectas si te sobra un día (o dos) y quieres seguir flipando sin irte muy lejos.
Sintra, palacios de cuento en mitad del bosque
Sí, es turística pero es un lugar imprescindible que ver en Lisboa y alrededores. A solo 40 minutos en tren desde Lisboa (salen desde Rossio), Sintra parece sacada de una novela gótica con mucho gusto. El Palacio da Pena es el más famoso: una especie de castillo de colores que parece un Lego gigante en lo alto de la montaña. Pero no te quedes solo con eso.
La Quinta da Regaleira, con sus túneles secretos, su pozo iniciático y ese aire misterioso, es aún más impactante si vas con calma. Recomendación muy seria: llega pronto y compra las entradas online, porque las colas son legendarias.
Cascais, playa, paseos y sabor marinero
Si te apetece un día de mar sin complicaciones, Cascais es tu sitio. En media hora de tren desde Cais do Sodré estás en este antiguo pueblo de pescadores reconvertido en destino playero con encanto. Pasea por el casco antiguo, toma algo en alguna terraza con vistas y acércate a la Boca do Inferno, una formación rocosa donde el Atlántico pega fuerte.
Ideal si viajas en verano y quieres meter los pies en la arena o simplemente darte un respiro lejos del calor del centro. Y si te va el rollo bici, el paseo hasta Guincho es de lo más bonito que puedes hacer por la costa.
Óbidos, murallas, callejuelas y licor de ginja
Más pequeña, más tranquila y con muchísimo encanto. Óbidos está a una hora de coche desde Lisboa (también hay buses desde Campo Grande), y es uno de esos pueblos que te hacen sentir en plena Edad Media, pero con helado artesanal y ginjinha en vasito de chocolate.
Su muralla se puede recorrer a pie y su calle principal está llena de tiendecitas, librerías y casitas blancas con flores. Si tienes tiempo y ganas de una excursión diferente, esta es una muy buena elección. Especialmente si te van las fotos de callejuelas de cuento.
Oporto, la otra gran ciudad portuguesa
Si te apetece salir un poco de Lisboa y ver algo más de Portugal en un solo día, puedes hacer una excursión a Oporto y Fátima. Es intensa, sí, pero muy completa: por la mañana visitas el santuario de Fátima, uno de los centros de peregrinación más importantes del mundo, y por la tarde te espera Oporto, con su casco histórico, el puente de Don Luis I y las vistas al Duero. Una forma cómoda de descubrir dos lugares emblemáticos sin preocuparte por trenes ni horarios. Ideal si vas justo de días pero no quieres renunciar a nada.
También puedes optar por esta combinación:
Y con esto ya tienes una buena hoja de ruta para disfrutar Lisboa como se merece: entre tranvías antiguos, miradores de escándalo, pasteles de nata y planes que no se acaban nunca. Si decides quedarte unos días más (algo altamente recomendable), echa un vistazo a las ofertas de hoteles en Lisboa y alójate en el barrio que más vaya contigo. Porque Lisboa se disfruta mejor cuando no tienes prisa por marcharte.
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