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Hoy era un día importante de nuestro viaje, ya que nos disponíamos a visitar el Castillo de Himeji. Toda una suerte porque se acababa de abrir al público después de cinco años de reformas. En Japón miman todas sus construcciones y las renuevan con cierta frecuencia. Para ello colocan una tremenda estructura que te impide ver el monumento en cuestión. Así que el albo castillo nos esperaba más blanco que nunca. Recién salido del horno.

Castillo de Himeji

Castillo de Himeji

Nos despertamos tras haber domido en nuestra habitación tradicional japonesa en el hotel Iwaso. Definitivamente yo no he nacido para dormir en el suelo jajaja. Nos duchamos y bajamos a disfrutar del desayuno que teníamos incluido en el precio de la habitación. Un desayuno interminable, por cierto. El día anterior en el check in, nos preguntaron si querríamos uno de tipo continental o japonés y elegimos el primero. Somos muy fans de su gastronomía pero echábamos un poco de menos la comida de mamá. 😉 Y la verdad no le faltó detalle. Desde salado, a tostadas, cereales y dulce, café y zumo. Salimos de allí casi rodando.

Cogimos el ferry hacia Hiroshima a las 8 y 40 de la mañana para, una vez llegar, subirmos al Shinkashen a Himeji a las 10, el más rápido de todos. Aprovechamos también para reservar la vuelta hacia Kioto a la 1, que era otro de los más rápidos también.

Una vez llegamos a la estación de Himeji nos recibió un pequeño temblor. Un mini seísmo que no hizo inmutarse a nadie, menos a nosotros que nos miramos sorprendidos.

Castillo de Himeji

Castillo de Himeji

Desde la estación te encaminas hacia el castillo atravesando una recta avenida llena de tiendas y restaurantes. Lo ves aparecer minúsculo, hasta que te sorprendes por la majestuosidad con la que se erige hacia el cielo.

El Castillo de Himeji está considerado uno de los más bellos del país y después de la reforma lo han dejado como nuevo. El precio variaba bastante de lo que decía la guía. A nosotros nos costó 1.000 yenes pax y te hacían un descuento para los jardines Koko-en.

Castillo de Himeji

Castillo de Himeji

A esas horas ya había un montón de gente y el paseo por su interior no fue maravilloso, ya que tenías que ir siguiendo a la muchedumbre como si fueras una hormiga siguiendo una hilera hacia tu nido. A pesar de haber cierta aglomeración, la fila para visitar su interior va bastante rápido. Es un recorrido que has de hacer, sí o sí, si entráis al castillo. Lo más curioso son sus pequeñas escaleras que hace que tengas que bajarlas casi de lado y agacharte bastante.

El Castillo de Himeji llevaba cinco años cerrado al público por reforma.

Castillo de Himeji

Castillo de Himeji

Cuando salimos del castillo observamos una estampa bastante curiosa. Un montón de abuelos japoneses fumando en el punto de fumadores, niños dibujando el castillo desde el césped y otros tanto hablando con turistas. Vimos a una pareja de abuelos hablando de nosotros, como señalando nuestros tatuajes… Y de repente nos preguntaron ¿spanish? jajajaja Creo que es la primera vez que aciertan mi nacionalidad en el extranjero. ¡Y encima por los tatuajes!

Castillo de Himeji

Castillo de Himeji

A nosotros se nos acercó y descubrimos qué estaban haciendo. Simplemente intentaban mejorar su inglés y te preguntaban que de dónde eras, si te había gustado el castillo… ¡Muy simpáticos y educados!

No te asustes si un estudiante japonés se te acerca libreta en mano. Les gusta practicar inglés con los turistas.

Cogimos el tren hacia Kioto para visitar su moderna estación y un par de templos que nos quedaban mientras dábamos un paseo antes de arreglarnos para ir a cenar a Kobe. La estación tiene un mirador en la planta 11 donde nos encontramos a un montón de japoneses echando una cabezadita.

durmiendo

En nuestro paseo por la parte de la ciudad más próxima a la estación vimos los templos Higashi Hongan-ji, que estaba en obras y el Nishi Hongan-ji, muy grande y con una curiosa fuente de un dragón.

templo

Después de una ducha tras un intenso día de bochorno, nos marchamos a Kobe para comer una de las que tildan como «más deliciosas carnes del mundo». Visitamos el barrio de Kitano, de tipo europeo. Es muy curioso ver construcciones de ese estilo en pleno corazón de Japón. Bajamos hacia el centro comercial de Shin Kobe Oriental Avenue, que está situado en la parte baja del espectacular hotel Crowne Plaza. Nada más llegar, en su parte baja a mano izquierda hay unos ascensores. Te subes y en la tercera planta nada más salir está el restaurante Wakkoqu. Llegamos a las seis y nos dieron una reserva para las ocho de la tarde, después de consultar varias veces su agenda.

Para hacer tiempo volvimos a Kitano y decidimos tomar unas cervezas ante de que la carne de Kobe llegase a nuestros paladares. Entramos en el bar King of Kings que parecía inglés. Era sencillamente increíble, una casa tipo victoriana con un jardín trasero digno de cualquier revista de decoración. Todo cuidado al detalle y con decoración como si estuvieses en pleno Oxford St. Nos pedimos dos pintas de cerveza y nos pusieron panchitos y chocolate ¿? de aperitivo. La cerveza no fue barata pero nos sentó de lujo después de un día de tanto trajín.

King of Kings

King of Kings

Nos moríamos de ganas por averguar si la carne de Kobe es para tanto y sobre todo para pagar el precio que vale. Yo era un poco escéptica sobre el tema, además teniendo en cuenta la buena carne que he probado a muy pocos kilómetros de casa. Nos informamos y uno de los mejores restaurantes para comerla es en el restaurante Wakkoqu. Al llegar te sientan en una barra con una plancha y eliges tu menú, Elegimos tenderloin y sirloin (solomillo y lomo de buey), y de aperitivo salmón. La carne te la sirven acompañada de pan o arroz. Llegó el momento de la verdad y…

kobe

Carne de Kobe en Wakkoqu

La carne de Kobe es la mejor que he probado en mi vida, sin lugar a dudas. Con escepticismo o sin él, es algo de otro planeta. Una explosión de sabores que se deshace en tu boca sin a penas masticar. Una alegoría sin igual por la que volvería a pagar una y otra vez si mi economía me lo permitiese.

En definitiva, una de las mejores experiencias del viaje que recomiendo 100%. Si eres amante de la gastronomía, ahorra antes de salir y permítete el lujo de probarla porque sí merece la pena. Nunca has probado nada igual y el espectáculo, el ritual de preparación va haciendo que se te haga la boca agua.

Eso sí, nos supo a poco. Te la van haciendo tan poquito a poco que ni llena. El cocinero era super majo y nos reímos un montón con él. Un diez a nuestra visita.

Con el estómago alcanzando el nirvana nos fuimos del restaurante después de dejarnos el riñón en el datáfono. Nos bajamos al metro directamente desde el ascensor. Queríamos visitar la zona del puerto, ya que es una de las partes más espectáculares de la ciudad, sobre todo por la noche. Hay que hacer un cambio de metro bastante lioso en Sannomiya. ¡No dudéis en preguntar! Nos bajamos en Harborland y tachán, ¡unas vistas de postal!

Harborland

Harborland, Kobe

Fotos: Nikon D80 y iPhone 5 by Araceli Rodríguez ©

MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

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