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Junio de 2016, por fin había llegado la fecha del año. El día en que me iba a trazar línea recta hacia el sur del planeta. La hora en la que pisaría el sur de África. El segundo en el que respiraría un ambiente totalmente diferente al que había conocido hasta ahora.  ¿Qué me esperaría en mi viaje a Sudáfrica?

Ansiedad, emoción y sobre todo curiosidad, por ver qué me esperaba en mi primera parada: Ciudad del Cabo. Llevábamos toda la ruta atada, excursiones cerradas y hoteles reservados, pero la incontrolable sensación de enfrentarte a lo desconocido siempre es nueva, diferente e inesperada.

vistas table mountain

Apartheid. Es una palabra que revoloteaba en mi cerebro con la fútil esperanza de su inexistencia. ¿Racismo en el siglo XXI? No, para nada. No es posible. Esta negación está en la boca de cualquier ser humano del primer mundo pero lamentablemente no en su corazón. Así que… ¿cómo iba a estar solucionado en Sudáfrica cuando fue un problema real del siglo pasado? ¿Nelson Mandela habría podido terminar con la enésima vergüenza sembrada por el ser humano en este mundo? Leímos sobre Soweto, fin de la esperanza.

que ver cape town

 

Una cosa es lo que leas, incluso lo que veas, pero otra muy distinta es lo que sientas. Puedes leer que el apartheid terminó entre el año 90 y 91. Puedes ver a negros trabajando, pero puedes percibir que el sentimiento de supremacía blanca sigue latiendo entre el asfalto sudafricano.

La incontrolable sensación de enfrentarte a lo desconocido siempre es nueva, diferente e inesperada.

Aún así no lo quieres creer. Y sueñas con que el mundo es un lugar mágico donde el color de tu piel, tu sexo o tu inclinación sexual no es un problema.

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Miro hacia el suelo por la ventanilla del avión. Estamos llegando a Ciudad del Cabo después de medio día de vuelo. ¡Por fin! Contenta pero cansada, muero de ganas de ver la Montaña de la Mesa con perfecta perspectiva y me encuentro de bruces con un millar de casas de hojalata de colores de las que sale humo de hoguera. Parecía un desguace pintoresco o restos de hogares arrasados por la tormenta perfecta. Pero no, eran los lugares de residencia de miles de personas que un día fueron ciudadanos de bloques de distritos como el Seis de Ciudad del Cabo. Bienvenido a los townships sudafricanos.

Me encuentro de bruces con un millar de casas de hojalata de colores de las que sale humo de hoguera

Sabía de su existencia, pero ser la primera imagen del país a tu llegada impacta, resiente y te hace recapacitar. ¿Dónde estaba llegando?, ¿qué me iba a encontrar de verdad? Y lo más importante ¿cómo me iba a hacer sentir?

ciudad del cabo bo kaap

 

“Por lo menos ahora pueden trabajar y no son esclavos” Es el mismo argumento de mierda que le puedes dar a una persona en España cuando está trabajando 10 horas al día, 7 días a la semana por 700 euros. “Por lo menos tienes trabajo” Y una mierda.

Día 2. Vamos a desayunar a una de las fabulosas cafeterías de la ciudad. Todos los trabajadores del local eran negros, y el servicio fue sencillamente impecable. ¿El encargado? Blanco, pura casualidad. Pero claro qué más me da, yo no voy a juzgar por su color de piel. Voy a pensar que se lo ha ganado por su currículum impoluto. Di no al racismo.

Día 3, 4, 5 y 6 en todas las cafeterías trabajaban negros. Sin embargo, en inmobiliarias, bancos y joyerías lo hacían blancos. Curioso. Pero no voy a entrar quién se ha ganado el puesto de quién, dejo el dato, nada más.

ciudad del cabo

Otro día más en Sudáfrica. En una ciudad cualquiera, los dueños de un hotel cualquiera nos acercan al centro porque iban a cenar en el mismo lugar cualquiera que nosotros. Nos indican que nos subamos a la parte de detrás de su pick up y que nos pongamos los cinturones. Nos sentamos, agradecidos por el gesto, y observamos consternados que en la parte de detrás de la pickup subían los trabajadores del hotel envueltos en mantas mientras nosotros disfrutábamos de la maravillosa calefacción para combatir el frío de la noche de invierno sudafricana.

¿Su color? Negro. Me subieron los calores y el agobio de pensar en el viaje hasta el centro, en un coche lleno de blancos y negros en la parte trasera. Me sentí como miembro del Ku Klux Klan en un cuerpo fruto de la mezcla de razas de la Península Ibérica. No sé si esas personas se habrían sentado en el mismo sitio que yo, o simplemente se vieron relegadas a la parte de la mercancía porque los clientes del hotel estaban ocupando su sitio. Sea como fuere, me avergoncé de ser blanca y de estar participando de este holograma.

que ver suazilandia

Con nuestro dinero de blancos de primer mundo entramos a un restaurante de comida sudafricana para saciar el mal trago con la mejor carne que podíamos probar. Y el mejor servicio. Eficaz, colaborador y preocupados por nuestra estancia. Nos comportamos como gente civilizada, saludando al llegar, agradeciendo el buen servicio y sonriendo. Sí, sonriendo. Me encanta sonreír y es algo que me sale natural cuando veo tu alma. ¿Y sabéis que una sonrisa no vale dinero? Y una mirada de odio a una familia de blancos que tratan a los profesionales negros de un bar como si fueran ganado, tampoco lo vale. Ni buenos días, ni gracias, ni nada de nada. Un tono autoritario que exigía sus platos en vez de pedirlos, hizo que se me atragantase la cena. Desde aquí, os doy las gracias. ¿Nueva coincidencia en la tabla cromática? Puede ser. Quizás no fuese por su color de piel, y la prepotencia con la que hablaban era más de patrón y servidumbre. Me produce el mismo revoltijo en el estómago.

Viajes por carretera, Sudáfrica, Suazilandia, Zimbabue. Ambientes rurales, townships a las afueras de las ciudades, niños que recorren kilómetros para llegar a sus casas de hojalata. Negro, negro y más negro.

que ver suazilandia

“Las casas del gobierno (las de hojalata) tienen esos tanques encima para el agua caliente que les ha puesto el estado” Todo un detalle después de echarlos de sus hogares. “¿Ves esa línea de contaminación?” Eso es culpa de los que viven en los townships que están todo el día haciendo hogueras. Es un grave problema de contaminación” Conversaciones b2b. De blanco a blanco. De uno a mí, de otro a otro. Palabras en el aire que parecen haber olvidado la vergüenza de la historia sudafricana. El mundo no quiere tener memoria, quiere olvidar. Quiere tapar sin arreglar. Un remiendo de hojalata que se clava en la carne y recuerda a los que no pueden olvidar dónde están y quiénes son, pero que espero no les quite las ganas de luchar.

El mundo no quiere tener memoria, quiere olvidar. Quiere tapar sin arreglar.

Grupos de chicas blancas y negras, se ríen y me llenan de esperanza. ¿Estará cambiando el mundo de verdad? Yo creo que sí, que la gente lee y viaja más. Una vez leí que cuál es la solución al racismo, y es la lectura. También leí que otra era viajar y conocer otras culturas, y también lo creo. Aunque no hay más inepto que el que da más importancia al envoltorio que al regalo.

El viaje a Sudáfrica es un verdadero sueño y un regalo que nos hemos hecho a nosotros mismos. Te hace reflexionar, despierta tu curiosidad en la historia y te vuelve un poco más sensible de lo que volvías. ¿Y más inteligente? Seguramente también porque ves y sientes en primera persona los horrores de la opresión y el cinismo del bienestar blanco.

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Aunque no hay más inepto que el que da más importancia al envoltorio que al regalo.

¿Soy blanca? No lo tengo muy claro. ¿Y sabéis qué? Que no me importa. Me da igual que me consideren demasiado morena para ser aria, o demasiado blanca para ser negra. Amigos, el mundo no es en blanco y negro, el mundo es multicolor.

?? Fuck racism!

Gracias Dani de Un viaje creativo por recordarme que también tengo que hacer esto

MurZielaGa

Periodista, emprendedora y mamá a full time. Amante de las series y los libros en general y del suspense en particular. Fotógrafa amateur y enganchada a eso de la tinta en todas sus versiones. Cabezota, indecisa y con grandes dosis de ironía. ¿O no?

4 Comments

  • Avatar Dani Keral dice:

    muy buena, muy bella y muy intensa reflexión. Genial, así mola mucho leerte (de la otra forma también, pero esta mucho más).

    • MurZielaGa MurZielaGa dice:

      Gracias Dani! La verdad es que es una reflexión que necesitaba extirpar del cerebro, porque estaba dándole vueltas desde el viaje. A veces me arrepiento de no llevarme el portátil! jejeje Voy a prometer y prometo incluir más posts como este entre mis rutillas. Un besote!!

  • Muy buena reflexión, estoy totalmente de acuerdo con cada una de tus palabras. Yo también me habría avergonzado de ser blanca en mas de una ocasión.

    De hecho… se muy bien de que hablas, y aunque en Marruecos es diferente, vivo en un pueblo de gente de color (descendientes de los antiguos esclavos del Africa Subsahariana) y en la zona, que viven y conviven desde hace muchos años, hoy en día todo es tranquilo… No siendo así cuando sales de la zona, la hostilidad con la policía, la mirada por encima del hombro y los cuchicheos en un árabe (que ellos entienden porque son nacionales marroquíes) ignorando que en Marruecos también hay negros…

    En fin, reflexiones como la tuya dan un poco de esperanza…
    Gracias

    Saludos

    • MurZielaGa MurZielaGa dice:

      Muchas gracias Alicia por tu comentario con esta aportación!! Seguro que tienes mil historias que contar viviendo el problema de cerca!! Quién sabe… algún día igual aprendemos a vernos por dentro, dejando cualquier prejuicio (y posjuicio) a un lado!!
      Gracias también por dejarme tu blog para seguirte de cerca!! (menudo Instagram también wow!!)
      Un abrazo

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